La carga de trabajo era generalmente buena al haber dejado de trabajar exclusivamente para un cliente la metodología, si es que alguna vez hubo, se presuponía diferente según la empresa para la que trabajara. "Prueba y error" y "Haz algo aunque no sé lo que quiero" eran las metodologías más utilizadas por los consultores de nuestra empresa y eso los clientes lo notaban, y no era lo único que notaban porque la crisis ya estaba ahí y si había que quitarse algo de encima se quitarían lo que tuviera peor relación calidad/precio. De un mes para otro en la oficina sólo se oía el molesto pitido que queda después de un concierto.
Las decisiones de la que por aquel entonces todavía creía que era mi empresa empezaron a llegarnos cual subcontrata, sin consultar, sin opciones y sobretodo decididas. Las subidas no llegaron, era obvio el motivo, la desmotivación del personal había resultado en peor calidad en los requerimientos que resultaba en peores y más largos desarrollos que resultaba en menos clientes que resultaba en menos dinero y en la imposibilidad de las subidas, todos lo entendimos, cedimos. Yo también cedí, pero antes de ceder pedí que "la empresa" también cediera, que nos redujeran el horario para que a pesar de que no tuviéramos subida en dinero sí que cobráramos más por hora de trabajo, la mayoría de las cuales nos dedicamos a hacer nada... no hubo respuesta, algo así como silencio administrativo. Siguió pasando el tiempo y las promesas que se habían hecho volvieron a romperse. Es realmente triste la cobardía, de las decisiones nos enterábamos cuando no llegaba lo prometido, les faltaba y seguramente les falta todavía valor para hablarnos a la cara y prefieren refugiarse en el pico de alguna de las montañas más altas del mundo y esto último dista mucho de intentar ser una explicación poética de lo realmente ocurrido.
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